Documental “Ultimo año” y las dificultades de la comunidad sorda para continuar sus estudios
- En el marco del proyecto “Es mejor si lo conversamos. Espacios de aprendizaje y conciencia en honor a la diversidad e inclusión de personas con discapacidad”, se mostró la realidad que enfrentan niños y niñas al terminar su enseñanza básica.
“La primera vez que hicimos una película de corte documental fue en una escuela especial para sordos y cuando la teníamos lista… le faltaba subtítulo, le faltaba lengua de señas, le faltaba un recuadro para la lengua de señas… entonces, nos dimos cuenta -con la misma producción audiovisual- que le faltaba un montón de accesibilidad”, señala Viviana Corvalán, directora del documental “Ultimo año”, el que muestra el dilema que viven las y los estudiantes y sus padres al terminar la enseñanza básica y no encontrar alternativas para continuar la enseñanza media.
La actividad se enmarcó en el proyecto FONAPI “Es mejor si lo conversamos. Espacios de aprendizaje y conciencia en honor a la diversidad e inclusión de personas con discapacidad”, que financia SENADIS y ejecuta la UOH. Con un ciclo de 11 actividades -entre talleres, seminarios y conversatorios- la iniciativa busca promover el derecho a la educación, los derechos sexuales y reproductivos, los laborales, los del ámbito de la salud y el derecho a la participación en la vida cultural y recreativa, que tienen las personas con discapacidad. Asimismo, busca visibilizar cinco tipos de discapacidad: física, visual, auditiva, psíquica (Condición del espectro autista CEA) y orgánica. Todo ello, bajo la campaña #Conciencia-Incluye, como detalló la coordinadora de la Unidad de Inclusión de la Dirección de Asuntos Estudiantiles, DAE, de la UOH, Carol Uribe.
Detalló que “quisimos compartir el documental “Último Año” de la Fundación Lóbulo Temporal porque expone la difícil realidad de personas sordas que no sólo deben luchar con sus propios límites sino con los que la sociedad, constantemente, les impone. Completar la educación media es un desafío de grandes dimensiones, porque el sistema educacional chileno posee pocos espacios en condiciones para acompañarles en su desarrollo. La realidad de la educación integral queda expuesta en el documental en toda su complejidad. Los estudiantes entran a colegios que no están preparados para recibirles, y en donde su aislamiento se acentúa por la falta de comunicación, falta empatía de sus compañeros/as y de un sistema que, al parecer, hace pocos esfuerzos para verlos y, menos, para escucharlos. Es en estas realidades, donde la educación inclusiva e igualitaria se convierte en la modalidad de enseñanza que nos merecemos los seres humanos, independiente de nuestra condición, raza, lengua”, puntualizó.
La creadora, que trabajó junto al director Francisco Espinoza, acota que “10 o 12 años atrás, no se hablaba de accesibilidad, muy poco de inclusión, entonces nos dimos cuenta que desde nuestro propio quehacer audiovisual no teníamos idea de esta otra realidad, que tiene que ver con la cultura sorda y con la lengua de señas y, desde nuestra ignorancia y preocupación, desde nuestro propio quehacer, nos focalizamos en hacer otra película, mucho más profunda y más comprendida desde esta otra vereda, y empezamos a investigar y vimos el quiebre que se produce para los niños/as y sus familias al pasar desde enseñanza básica a media, y cómo no encuentran acogida”.
La educación como un derecho
La exposición del documental se realizó en el auditorio del Campus Rancagua de la UOH y contó con la participación de estudiantes de la UOH y representantes de la Asociación de Sordos de Rancagua, ASRA. Su presidenta, Lorena Rebolledo, manifestó la importancia de exponer estos temas. “La historia de los niños/as sordos/as, es muy distinta con los niños/as oyentes, yo también lo viví cuando era más pequeña, entonces, es importante mostrar y ver este documental. Así como plantear que las personas oyentes deben aprender lengua de señas, porque es una cultura distinta, es una cultura de sordos, entonces, para poder trabajar en conjunto, para poder convivir en conjunto, debe haber una comunicación para poder establecer este trabajo. Los oyentes deben incluir -dentro de su cultura- que también hay niños/as sordos/as, que aprenden visualmente, que no deben apartarlos sin incluirlos, que no deben discriminarlos porque la educación es un derecho”.
Para el codirector del documental, Francisco Espinoza, estamos a “kilómetros de distancia para llegar a alguna inclusión real, pero es posible hacerlo si como sociedad nos comprometemos y el Estado asume desarrollar la política pública que se requiere. Sin embargo, hay pequeñas cosas que podemos hacer cada uno de nosotros. En el caso mío, con Viviana, y a partir de la experiencia vivida, decidimos -cuando nació nuestra hija- enseñarle a comunicarse con señas desde que tenía unos 6 meses y fue una positiva experiencia y muy enriquecedora. Y ¿por qué lo expongo? Porque podemos enseñar a los niños/as desde pequeños/as y se podría enseñar en los colegios la lengua de señas de manera lúdica y generaríamos este puente de comunicación fundamental entre la comunidad sorda y la oyente. Es posible”.